Marco Tulio Cicerón.
Por casualidad, me he topado con este personaje histórico de la Roma Antigua, concretamente del 44 a.C. Primero voy a presentároslo por si no lo conocéis aún:
Es conocido popularmente como Cicerón, su apellido. Este hombre fue el mayor defensor de la República en Roma (res publica). Hasta el día de su muerte, estuvo luchando por el derecho a la libertad de su pueblo. Cuando Julio César proclamó su dictadura en Roma, él se apartó de la política, nunca renunciando a sus ideales, pero sí evitando sufrir lo que para él suponía sublevarse ante un dictador cualquiera. Es ahí cuando empieza su vocación como escritor, pero sobre todo, filósofo. Este hombre, sólo y de madura edad, se retira a su propia soledad para llenarse de la cultura de sus libros y escribir él los suyos propios. Yo, que hasta ahora no conocía a este señor, ahora me parece fascinante.
Cuando asesinaron a Julio César, él volvió a acudir a Roma, para reclamar la República de nuevo. Estuvo en el momento preciso, en el lugar preciso y tuvo el suficiente espíritu como para levantar el de los demás. Pudo cambiar la historia. Pero cuando llegó allí se encontró con una población aborregada por sus superiores, que se dejaba llevar, que se asustaba si los dejaban colgados. No se encontró con la excitación de su posible libertad, sino con gente haciendo tiempo hasta que llegara otro cualquiera a apoderarse del mando. Esta fue la causa por lo que Cicerón se vio apagado, y volvió a retirarse en silencio.
Antes de su muerte, este hombre reprimido, decidió que no iba a irse del mundo sin haber dicho todo lo que tenía que decir (a pesar de ser famoso por sus discursos) y se lo escribió todo a su hijo en “De officiis”, el último libro de su vida. En ese libro, Cicerón se proclama librepensador y humanista, sentando sus propias bases de la ética. “La justicia y la ley, por sí solas, deben ser los férreos pilares del Estado. Nadie tiene derecho a tratar de imponer su voluntad y con ello su capricho. Y es un deber negar la obediencia a esos ambiciosos que arrebatan el gobierno al pueblo”. Él antepone los intereses de la comunidad a los privados. De ésta forma, en una época de crueldad, Cicerón es el primero que alza su voz en contra del abuso de poder.
Finalmente, este hombre, muere a manos de unos dictadores.
Conclusión personal.
Con personajes históricos como Cicerón, nos damos cuenta de cuán cruel es la historia. Quiero decir, si desde tiempos remotos hubiera reinado gente así en el mundo, ¿estaríamos aquí? Este hombre no llega a decir menos que ilustrados como Rosseau, pero siglos antes. Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que la ética ya de por sí, tiene sus reglas sentadas (con ciertos matices distintos, claro está). Pero podría definirse incluso como un código que llevamos desde que nacemos. No creo que la especie humana hubiese evolucionado si por la ética no fuera. De hecho, el ser humano está dotado de capacidades para ser mucho más de lo que es. En mi opinión, hemos llegado a este punto de la historia (con sus progresos y avances pero también con sus manchas negras en periodos oscuros) porque desde siempre han aparecido en ella personas inmorales. Los demás, sólo hemos sido simples espectadores, igual de crueles que estos personajes por el simple hecho de no luchar.
¿Se puede decir que Hitler era un hombre moral? ¿O Franco? ¿O incluso George Buss enviando tropas a Irak? Seguro que alguna moral tienen o tenían, pero no establecida en el lugar correcto de su ser. ¿Tienen ellos toda la culpa? Lo que echó para atrás una vez llegado a Roma a Cicerón, fue la desmoralización del pueblo, que simplemente se dejaba arrastrar por cualquier idea. ¿Nos programan para eso? ¿Para pensar lo menos posible? ¿Para vivir con las condiciones que nos proporcionan en vez de buscarnos las nuestras propias para ser libres? Está claro que algo falló, falla y fallará en la historia de la humanidad si seguimos dejando que a la gente le de miedo imponer la ética en su propia sociedad por encima de la avaricia, el individualismo y el egoísmo.
Elena Fernández.
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